Una escritora que te cambia la vida
11 años y el típico diario con
candado que a todas las niñas les regalaban de pequeñas. 11 años y una mente en
la que afloraban versos sin cesar y sin procedencia alguna. Con esa edad no
sabes qué te deparará el futuro ni a qué te dedicarás cuando seas mayor. Ella
es Petra, asesora de imagen después de 31 años, pero nunca ha dejado de lado lo
que comenzó por necesidad, la poesía.
—Sobre todo creo que fue la
necesidad más que otra cosa, la necesidad de expresarme, porque yo al principio
escribía cosas y no se las enseñaba a nadie —hace una pausa pensativa.
Nos encontramos en la cafetería
El Columpio, junto al colegio Ave María de Málaga, donde estudió Petra. Entre
sus sillones, sillas de colores, lámparas que cuelgan del techo y vigas de
madera por todo el local. Un café caliente nos acompaña en una tarde en la que
Málaga está oscura. Hace frío y en cualquier momento se puede poner a llover.
Ningún abrigo podría calmar aquellos escalofríos que recorren cuerpos ansiosos
de calor en un día poco habitual en Málaga.
Vuelve tras la pausa… —Bueno,
salvo alguna vez ya en el instituto. No se me ocurrió otra cosa que enseñarle
un poema amoroso que había escrito a un profesor. No a mi profesora de lengua,
sino a mi profesor de gimnasia, un exlegionario retirado que creyó que yo
estaba enamorada de él y le estaba declarando mi amor, fue horrible.
Más dura será la caída es el libro que ha dado rienda suelta a sus
versos, tras haber ganado dos premios de poesía y haber publicado en diversas
revistas. Más tarde llegó El Enjambre,
muy distinto a lo que venía escribiendo, “una especie de ensayo, así un poco en
tono irónico y cínico”. En 2012 empezó con un blog de moda, en el que comenzó a
volcar cosas y situaciones que le cabreaban cada vez que posteaba algunas
imágenes. “Era como una especie de bitácora, como esto de “querido diario”,
pero público”. Lo más característico de él es la inmediatez, el estar plasmado
tal cual ella sentía en aquel momento y de la forma en la que lo escribió. Sin
meditar mucho, escrito directamente.
“El ser humano es lo más voluble
que hay en el mundo. El ser humano está en la punta de la pirámide. Los
animales sí se guían por costumbres y ellos sí son inamovibles, hacen las
mismas cosas durante toda la vida, pero los humanos, no. Los humanos al tener
esa inteligencia, hoy pensamos esto y mañana podemos pensar todo lo contrario.
La gente se empeña muchas veces en crear unos dogmas y decir de aquí no me
muevo yo. Tú no sabes las circunstancias
que te van a hacer cambiar al lado contrario. Entonces eso me sorprende mucho
todavía”.
El Enjambre es un compendio de cosas que le pasa a la gente común y
corriente. “Vivimos en una especie de enjambre, la sociedad es como una especie
de enjambre. Las celdas son las casas y nos movemos igual que las abejas, en
grupo y haciendo nuestras cosas como dentro de un todo”.
—¿Un descafeinado? —interrumpe el
camarero.
—¡Para mí! Sacarina, por favor.
Petra, Petra… os preguntaréis de
dónde viene. Bueno, ella se llama Patricia, Patricia Cortés Maldonado, pero
siempre la han llamado Petra.
Petra Desiderata, así ha derivado
su nombre. De un nombre real a un nombre artístico. La primera parte ya sabemos
de dónde viene, pero, ¿y la segunda? Desiderata es el nombre de su blog, lo que
significa un conjunto o lista de cosas que deseas, eso es una desiderata.
El nombre da que pensar, ¿no? Su
libro está compuesto de todo lo que ella ha ido volcando en su blog. Surgen de
acciones o hechos que le cabrean, pero al final… al final es un deseo, un deseo
de que las cosas cambien.
—Mi madre dice desidratá y yo le
digo, desidratá no, por dios, desiderata —cuenta entre risas.
La malagueña califica El Enjambre como un ensayo. Para
elaborarlo, te sientas y escribes lo que estás pensando, desarrollando
"una especie de artículo". Pero la poesía no es así. “La poesía no la
escribes tú, ella te escribe a ti. Te pilla donde sea, en cualquier momento, en
cualquier lugar, sobre todo en cualquier estado de ánimo y ella comienza a
contar cosas de ti”.
—Digamos que la poesía es la que
te saca toda la mierda. Em… se pueden decir palabrotas, ¿no? —suelta con una
media sonrisa y mirada cómplice—. La poesía es más compleja de escribir y leer.
Además, así entre nosotras y que no nos escuche nadie —dice mirando hacia los
lados—, los recitales de poesía son un coñazo. Cuando yo hago los míos se
parecen más al club de la comedia que a un recital. Aparte, tiene que ser más
dinámica, meterle cosas… La poesía es para recitarla en los bares cuando estás
borracho o… no, pa’ llevarte a alguien al huerto. Tiene que tener fines prácticos
—acaba afirmando con mucha seguridad.
El Enjambre incluye diferentes reflexiones a las que se les ha
añadido un título. Analfabestias es uno de los “capítulos” de este libro. En
él, se cuenta cómo hay personas que dicen abiertamente que no se han leído un
libro en su vida, por ejemplo. Como si de un logro se tratase. Están orgullosos
de su incultura y de vivir en la ignorancia.
—La ignorancia es muy soberbia.
Es como señalarte decir “pues mira, yo no me he leído ningún libro y mira dónde
estoy, no me he muerto, hasta tengo trabajo y todo, no pasa nada, la vida
sigue, el mundo no deja de girar”. Esto es algo que me chirría por dentro, como
una explosión —dice mientras agita un poco la cabeza.
—Esto es como las faltas de
ortografía tan flagrantes que se ven hoy en día en las redes sociales. Yo me he
convertido en una especie de adalid de corregir a todo el mundo, mis amigas me
dicen “¡eres un grano en el culo!” —exclama con una voz en la que nadie sabría
si lo decía en serio o solo estaba partiéndose de risa—. Pero es que la
escritura no es como decir “me voy a poner este jersey verde porque me gusta
más que este rosa”.
El feminismo es un tema que está
a pie de calle. En todo el mundo, mujeres y hombres salen a las calles a
defender los derechos que propugna este movimiento, esta lucha. La Real
Academia Española lo define como “principio de igualdad de derechos de la mujer
y el hombre”.
—Yo soy una mujer y obviamente
voy a defender mis derechos y obligaciones. No te voy a decir un pero… —hace
una breve pausa—, porque todo lo que se diga después de “pero” es como si no
tuviera validez. Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que se propugnan, que
se promulgan en el feminismo moderno, aunque pienso que hay muchas figuras que
no están bien traídas o que no se les presta tanta atención por ideología o por
lo que fuera que tuvieran en su momento, pero eran mujeres e hicieron grandes
logros.
Petra no es una persona
religiosa, no va a la Iglesia, no cree en Dios ni nada que tenga que ver con
ello, pero menciona a Santa Teresa de Jesús como una mujer y autora magnífica,
una mujer a la que si se retrotrajera a los tiempos de ahora “sería la caña”.
—Es verdad que la Iglesia es uno
de los estamentos con más machismo. Pero, ¿y si hay una monja que intenta
cambiar esos estamentos y quiere hacer que las mujeres puedan hacer las mismas
labores que los hombres? ¿Esa mujer es feminista o no es feminista? Porque está
intentando modernizar, cambiar y abrir un mundo para la mujer, pero está dentro
del ámbito religioso. Entonces, ¿qué collar le ponemos?
Como habéis podido leer, la
protagonista de esta entrevista no es religiosa, pero estudió en el Ave María
-por cercanía-, siendo este un colegio religioso (aunque es de imaginar por el
nombre). Para ella se trata de una etapa más en su vida, de la cual, como en
todas, ha aprendido.
—Una vez entré en la Iglesia no
sé pa’ qué, pero llevaba una sudadera del grupo Dover, un grupo español de
rock. Era negra, llevaba un demonio y ponía “Devil came to me”. Desde el altar,
empezó a venir el cura, santiguándome y bendiciéndome. Y yo diciendo qué pasa,
qué he hecho. El cura me dijo que cómo llevaba esa sudadera. Yo ni me había
dado cuenta… Poco más y me busca los tres seis aquí en el casco —cuenta
mientras se señala la cabeza y se ríe recordando aquel momento.
¿PERDONA?
Así titula uno de los capítulos
de Muchedumbre, segunda parte de El Enjambre, que saldrá próximamente a
la venta. Las mujeres, de forma constante, tenemos -que no deberíamos- que
soportar comentarios horribles, repugnantes y despectivos por parte de una
sección de la población masculina. ¿Qué piensan que van a conseguir mandándonos
cosas obscenas?
- Hola, ¿qué tal?
- Hola, dime.
- No, nada, saludarte.
- Pues ya está, saludado.
—Tras tener esa conversación,
empiezan a querer camelarme, yo que sé de qué manera extraña. Entonces ya es
cuando les digo: “Mira, ¿quieres comprar alguno de mis libros o quieres
contratar mis servicios como asesora de imagen?”. Luego, cuando les dices que
no quieres quedar, que no quieres más amigos, ¡porque es que yo ya tengo
amigos! —exclama algo enfadada—. Entonces, comienzan a insultarte. Me han
llamado de todo lo que te puedas imaginar. Otros directamente te envían fotos
de las partes íntimas, de ahí el artículo “¿Perdona?”. Me pregunto si les
funcionará con alguna, tengo que hacer un estudio de estos sociológicos a ver.
—En el capítulo Beatus Ille
hablas sobre cómo antes no existía la inmediatez, el tener que ir al videoclub
a por cintas de vídeo o simplemente, no ver una película o jugar a un
videojuego hasta meses después de que se haya estrenado. ¿Qué reflexión podrías
hacer ates todos los privilegios que tenemos hoy en día?
—Los pros son una cantidad de
información al alcance de la mano, aunque no siempre. Tengo que puntualizarlo,
porque las redes tienen su lado oscuro, la información no siempre está
contrastada. La gente no se da cuenta, lee cosas y dice “¡oh, dios mío!” y yo…
pero si eso es del Mundo Today —cuenta sin poder parar de reír—. La gente se
cree todo y eso es un peligro. Precisamente eso es también el contra, el acceso
a información que nos hace estar “infoxicados”. Muchas veces pierdes el hilo.
Creo que esto puede repercutir en el déficit de atención de la gente más joven,
no son capaces de concentrarse.
Después de más de una hora de
charla, porque esto se parece más a una charla entre amigas que a una
entrevista, el café se ha acabado, pero la conversación no cesa. Un palique
constante en el que si hay preguntas, es porque ya hemos pasado 15 minutos
hablando sobre un mismo tema, contándonos nuestra vida y hay que pasar al
siguiente.
—Vox —digo.
—¡Qué susto!
En algunos capítulos, Petra
escribe sobre cuánto vale una vida humana. ¿Cuánto valdrán las vidas que mueren
ahogadas intentando venir a España o aquellas vidas que aunque llegan, son
tratadas con mucho desprecio y odio por parte de la población? Que se vayan,
dicen, que solo roban, violan a nuestras mujeres, nos quitan el trabajo y traen
droga, vuelven a decir… ¿No será esto un sacrilegio a la vida humana?
—Metámonos todos y que salga el
que pueda, unos por esas cosas y otros, por otras. Hemos tenido la suerte de
nacer en España, un país en el que hay seguridad, que estamos bien
económicamente aunque bebamos hasta agua en Loja. No nos falta de nada. Pero
fíjate hasta qué punto te condiciona dónde naces. Ni todos son tan malos, ni
todos van a ser tan buenos, habrá de todo, igual que en España. La gente es
mala sobre todo por la educación. Todos tenemos instintos bajos, lo que pasa es
que a veces, hay quien los saca a la luz y hay quien no, que se lo piensa dos
veces. La estupidez y la maldad no excluyen ni religión, ni raza, ni género, ni
ideología política. No es inherente al humano en general. Eso de generalizar es
muy peligroso —suspira.
—La diversidad es maravillosa.
Querer que un país o una ciudad no se mezcle, que mantenga esa cosa endogámica…
¡eso es un atraso! —exclama con fuerza y seguridad—. Con lo maravillosa que es
la pluralidad, mezclarse… La endogamia no es sana. Hay que mezclarse, orearse.
—Vox —de nuevo... suspiro y se
hace un silencio. Intolerancia, ¿intolerancia a qué?
—De momento nadie me ha asociado
con Vox, aunque una vez me pasó algo curioso. Yo le mandé como columnista a
varios periódicos y creo que me contestó La
Vanguardia y un periódico que no tenía ni puta idea de quién era —le di
permiso para decir palabrotas—, pero luego me puse a investigar a raíz de su
contestación y por lo visto es un periódico de ultraderecha. ¿Libertad digital?
Libertad digital, creo que sí. Su
contestación a mi correo fue: “Olvídese de que existimos” —comienza a reírse
sin cesar, como si le hubieran contado la anécdota más graciosa del mundo—.
Leerían a lo mejor algún artículo feminista y me pusieron eso, pero… ¿tú te
crees que un periodista puede contestar eso? —pregunta mientras expresa cara de
desesperación.
—Claramente no —digo.
—No sé si te habrás leído el
programa electoral de Vox, porque hay mucha gente que no se lo ha leído, que
votan por inercia, pero no tiene fondo. Ellos se basan en poner por delante
tema de mujeres, feminismo, colectivo LGTBI e inmigración, básicamente. Pero
luego no hay más detrás, no hay fondo. No tienen política ni de economía, ni
social… no. Lo que proponen también son temas importantes, pero lo ponen como
si fuera un estandarte. Luego ya está, se queda en nada. ¿Dónde está la
seguridad social, la educación…? El número de votantes de Vox va a ir
proporcionalmente en envío de fotos de partes íntimas a nuestros perfiles,
vaya, creo yo, no sé por qué pero me parece que es directamente proporcional
—dice mientras acaba descojonada, porque mejor reír que llorar.
—¿Me podrías decir algo por lo que saldrías a reivindicarte?
—Uf, qué difícil, ¿no? —dice
mientras se queda pensativa—. Pues yo, por ejemplo, me acuerdo que salí a
manifestarme en la época del gobierno de Aznar en contra de la guerra. Y sí que
saldría y me manifestaría o lo diría públicamente porque estoy en contra
totalmente de cualquier tipo de violencia de la clase que sea. No me gustan los
abusos de poder y el avasallamiento. Luego, sobre todo también para que la
gente lea y eduque. Leer, informarse y educar, porque al fin y al cabo,
nuestros hijos son nuestra responsabilidad. De la sociedad también, pero en
primera instancia de los padres. Que eduquen en valores, igualdad y respeto.
Porque si tú en tu casa ves violencia, el niño va a llegar un momento en el que
lo va a normalizar y luego lo va a
ejercer, porque va a creer que es normal tratar así a las personas.
Son las 19:30, ya se ha hecho de
noche. Llevamos dos horas en el bar y probablemente una sin tomar nada… Puede
ser que nos echen en cualquier momento. Mientras seguimos inmersas en nuestra
conversación, en la mesa de al lado se escuchan risas, pero nada que nos
distraiga. Aun así, ya se va acercando la hora de irse. Última pregunta.
—De todos los capítulos de El Enjambre, si tuvieras que elegir uno,
¿cuál sería el que más te representa?
—A lo mejor el de medusas. Si lo
lees, creo que es muy representativo de la sociedad, de cómo se mueve la gente,
en grupos, y creo que están perdiendo un poco la individualidad. Esa exclusión…
No inclusión, que estemos todos ahí reliaos, que es lo guay.
Parece que ya se acaba esta
entrevista. Esa entrevista que pareció ser la más corta del mundo, pero que
abarcó toda una tarde. “¿Te firmo el libro?” -pregunta sonriente-. A lo que yo
pienso: “se me ha adelantado, que mal he quedado”. Pero dudo que ella pensara
algo así. Petra, con una mirada que refleja a una mujer muy segura de sí misma
y que te podría partir en dos, pero con una sonrisa que haría brillar los ojos
de cualquiera. Ella no podría pensar algo así. Y sí, la entrevista ha
terminado. Un abrazo de despedida, dos besos y un “hasta luego”. Un hasta luego
de próximo reencuentro, de dos personas que han conectado.
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